Poemario II
·Bestias·
La efervescencia de nuestro aliento flota
a sentido contrario de la órbita cardÃaca.
El frÃo se ha postrado en un invierno
con un cielo nuboso enfrascado a la madrugada.
En la palma de mi mano, criaturas salvajes olfatean soledad,
soledad que escurre desde el interior de mis entrañas,
hasta el filo mudo del callo de mis labios.
Al abrir mis párpados, decenas de bestias me miran
cabalgando bravÃos como mágicas siluetas cruzando las montañas,
pero las bestias se niegan a mostrarse, convirtiéndose en un espectáculo
difÃcil de olvidar...
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